Amir y Arasi 121
— No sé... —respondió Amir vagamente —á tu lado, las horas se deslizan...
— Pero vete ya — susurró Arasi, con una son- risa de ángel y le tendió sus dos manos.
El joven apretólas entre las suyas.
— ¡Tan pronto!... murmuró.—Esa vocecita tan preciosa no debiera modnlar un vete ”. Pero también la palabra cruel es dulee al ser pronun- ciada por tus labios...
— ¡Adiós!... —murmuró la joven. — Cuídate, mucho; el trayecto es difícil y puede ocurrirte algo.
— ¡Adiós!... —respondió Amir — tua intranqui- lidad es para mí, dulzura divina... —Pero no temas. ¿qué puede sucederme?... Mi bien... adiós...! volvió á repetir dando un paso para alejarse.
—;¡ Adiós!... — tuvo tiempo apenas de decir Ara- sí. y Amir volviéndose, murmuró de nuevo: Arasi... — ¿Qué — preguntó ésta, — aquí estoy aún...
— No me había atrevido á decírtelo... También yo he soñado contigo... Tú eras mía sola, eras mi esposa y... rodeabas con tus brazos mi cuello y yo apretaba tu cabecita sobre mi corazón.
— ¡Amir!... murmuró la joven confundida.
Imprimió éste en la mano de la niña, un beso muy largo.
— Vete — repitió ella, rechazándolo suavemente, palpitante de emoción mientras sus labios se en- treabrían para dar paso á un suspiro profundísimo.
Amir creyó beberlo... — Arasí se retiró suave- mente del balcón y el joven se alejó con lentitud, por la acera bordeada de rosales.