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Milton.

daban como negaban su apoyo a todos los gobiernos sucesivamente, que así se arrastraban á los piés del rey en 1640, como lo escarnecian on 1649; que así aplaudian cuando Cromwell era proclamado en Westminster, como cuando lo desenterraban para ahorcarlo en Tyburn, y que así hacian una cosa como otra, como todas, segun las circunstancias y los tiempos y las conveniencias de su estómago, sin asomo de vergüenza, sin pudor alguno, sin asco de sí propios. No es de esa gente depravada y despreciable de la que vamos á tratar, sino de los partidos políticos, juzgándolos por los hombres que militaban en ellos y merecian ser calificados de verdaderos hombres de partido.

Mencionaremos primero á los puritanos, que constituyen, tal vez, la más notable agrupacion que se baya formado en el mundo. Las partes odiosas y ridiculas de su carácter aparecen en la superficie, y es fácil advertirlas á primera vista, como lo han notado varios observadores atentos y no nada benévolos por cierto. Durante algunos años, y ya bien entrados los de la Restauracion, fueron el punto de mira de las burlas y de las invectivas más acerbas por parte de la prensa y de los autores dramáticos Bueno es advertir que nunca fué mayor tampoco la licencia del teatro y de la prensa, y que por tanto los dardos llevaban triple esencia de veneno. Los puritanos no eran hombres de letras; como partido, eran impopulares, y ni podían defenderse de los ataques de que eran objeto, ni el público queria tomarlos bajo su proteccion, quedando, por lo tanto, abandonados á la sátira sin misericordia. La sencillez afectada de su traje, su aspecto sombrío, su pronunciacion nasal, su rígido continente, sus oraciones interminables, sus nombres rebuscados entre