grado por añejas preocupaciones, sino que se mantenia únicamente por sus altas prendas personales, de aquí que nada debiera temerse de un segundo Protector, á ménos que no reuniera las condiciones de un segundo Cromwell. Los acontecimientos que siguieron à su muerte son la justificacion más completa de los que se esforzaron por sostener su autoridad, porque con su muerte se destruyó todo el edificio social: el ejército se sublevó contra el Parlamento, y los diversos cuerpos del ejército, unos contra otros; cada secta cubrió de invectivas á las demas; cada partido conspiró contra sus rivales, y los presbiterianos, ganosos de vengarse de los independientes, sacrificaron su propia libertad y abjuraron de todos sus principios; y sin atender á lo pasado, sin exigir una sola garantía para lo porvenir, pusieron su libertad á los piés del más frívolo y frio de los tiranos.
Entonces fué aquel tiempo que no puede recordarse sin rubor; tiempo de servidumbre y de vasallaje sin fidelidad; de sensualismo y licencia sin antor; de talentos pigmeos y de vicios gigantes; paraíso de corazones frios y de inteligencias mezquinas y vulgares; edad de oro de la bajeza, de la hipocresía y del servilismo; cuando el rey se humillaba á su rival para mejor hollar y abatir á su pueblo, y se hacia á manera de virey del monarca frances, para de esta suerte recibir sus mandatos, sus insultos y su oro, más degradante aún que sus ultrajes; cuando las coqueterías de mujeres sin pudor y las burlas de los bufones regian la política del Estado; cuando el gobierno sólo tenía aptitud para engañar y religion para ser intolerante y perseguidor; cuando los principios de libertad fueron objeto de escarnio para los palaciegos; cuando en