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Milton.

arbitrario que se pretende ejercieron sus predecesores, todo ello mediante sumas de dinero: no tenía, pues, derecho á invocar sus anteriores pretensiones cuando habia renunciado á ellas.

Esto es tan evidente, que parece supérfluo insistir en ello; pero los que saben cuánto se ban desnaturalizado los sucesos de aquel tiempo, no hallarán que huelga en este momento una sencilla exposicion de los hechos.

Los enemigos del Parlamento consienten raras veces en empeñar la lucha sobre las grandes cuestiones en litigio, y se contentan con referir algunos de los crímenes y algunas de las locuras é intemperancius á que los trastornos y perturbaciones profundas dan ocasion: lamentan la injusta suerte de Strafford; cubren de invectivas la desenfrenada violencia del ejército; escaruecen los nombres bíblicos de los predicadores; dicen que la Gran Rebelion no produjo más que generales que saqueaban sus distritos, soldados que se enriquecian de los despojos del pueblo, personajes improvisados que hacían su agosto en los bienes de la aristocracia, tomando por asalto sus casas y haciendo leña de sus bosques seculares; pilluelos que rompian á pedradas las vidrieras de las catedrales; cuákeros que se paseaban desnudos á caballo por las plazas; hombres que pedian con grandes voces el rey Jesus, y agitadores estrafalarios que, haciendo púlpito de las cubas y templo de las tabernas, predicaban de la suerte del rey Agag.

Aun cuando estas acusaciones fueran más graves, no alterarian en lo más mínimo el concepto que nos hemos formado de un suceso que por sí solo ha bastado á mudar nuestra situacion política, trocando en ciudadanos de un pueblo libre á los que ántes