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Estudios literarios.

recen sin helarse junto á la nieve, y en los cuales entre agrestes montañas y picos escarpados se descubren á las veces pintorescos valles cual nunca pudieron ni áun soñarlos las ninfas y las hadas.

Los rasgos más principales del carácter particular de Milton los hallamos en todos sus escritos; pero allí donde más brillan es en los sonetos, obras notabilísimas que han merecido el singular favor de ser radamente tratadas por críticos que no comprendieron la Naturaleza. Los sonetos no contienen rasgos epigramáticos; nada recuerda en ellos la ingeniosa habilidad de Filicaja, ni hay nada en su estilo que semeje los duros y brillantes esmaltes del Petrarca; son á manera de sencillos, pero majestuosos anales de los sentimientos del poeta, escritos sin el atavío y las galas que há menester una obra destinada a entrar bajo el dominio público, sino es cual pudieran estarlo sus memorias íntimas. Un ataque imprevisto contra la ciudad, una victoria, un momentáneo acceso de abatimiento ó de alegría, una frase lanzada contra uno de sus libros, un sueño que le devolviera por cortos instantes la imágen querida que la muerte le oculto para siempre, le hacian formular sus pensamientos y sus meditaciones en verso. La unidad y la severidad que caracterizan á estos fragmentos nos recuerdan la antologia griega, ó mejor aún las oraciones de la liturgia anglicana: el poema, por ejemplo, tan noble y elevado que le inspiraron las matanzas del Piamonte, no es otra cosa que una plegaria en verso.

Los sonetos son más é ménos notables, segun que las ocasiones que los inspiraban eran más o menos importantes; pero todos, sin excepcion alguna, se hallan penetrados de tanta majestad y grandeza de