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PETRARCA.




Et vos, o lauri, carpam, et te proxima myrte.
Sie positæ quoniam suaves miscetis odores.

Virgilio.


Sería difícil citar el nombre de un poeta cuya fama pueda ser comparada con la del Petrarca, si se tiene en cuenta lo extendida que se halla. Cuatro siglos y medio[1] van trascurridos desde su muerte, y, sin embargo, los habitantes de todos los pueblos de Occidente conocen su carácter y sus aventuras con tantos detalles y tan á la menuda cual si se tratara del hombre más ilustre y moderno de la historia literaria de su país respectivo; raro privilegio que ha puesto á sus detractores en la necesidad de confesar que sin mérito notorio no habria podido conseguirlo. Mas no por eso irán sus admiradores hasta el extremo de sostener que el Petrarca hubiera podido elevarse á tanta altura con su propio esfuerzo y por su propio mérito; gloria que ni


  1. Este ensayo se publicó en 1824.—N. del T.
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