jando pesar sobre mí toda la intencion de su pregunta.
—Es una ley universal, amada mia, la respondí: solo que en algunos seres se cumple mas pronto que en otros, segun sea su vida mas ó menos dramática; pero siempre se cumple!
—En tí se debe haber cumplido ya ¿no es verdad, querido mio? volvió á insistir Estela.
—¿Y habia de escapar yo á los rigores como á las excelencias de una prescripcion divina? repuse.
—Y sobre todo, cuando se ha vivido exclusivamente del sentimiento, en el grado máximo de la pasion....?
—Precisamente por eso: el sol no llega al zenit si no despues de haber recorrido la distancia que media de este al horizonte de Levante.
—Por lo menos eres franco.
—Siempre he confesado culto á la verdad.
—Pues bien; á nombre de esa diosa, contesta: ¿me amas hoy lo mismo que el primer dia en que me conociste?
—Nó!
—Y tus promesas de amarme siempre, de vivir eternamente consagrado á mi amor?
—Fueron promesas hechas en una hora de embriaguez, imposibles de cumplir, como tus juramentos. Promesas y votos pronunciados por la pasion en su período mas intenso, cuando la intelijencia y la razon se habian replegado pa-