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ESTELA

nos envía el cielo despues de la tempestad! prorumpió entonces Estela, como despertando de un ligero sueño.

—Es verdad—contestè—La belleza de la vida está precisamente en esas constantes y sensibles mutaciones que la naturaleza nos ofrece. Al dia se sucede la noche; á la escena de aquel, decorada por un cielo límpido, azulado y bañado de la luz plena, sucédanse las sombras de ésta, teniendo por único adorno los mil luminares que resplandecen sobre nuestras cabezas, suspendidas del espacio infinito. A la Primavera, risueña y gentil, cargada de flores, acariciada por céfiros que esparcen al aire su perfume, adulada por las aves y los bosques que la entonan himnos de amor; reemplaza en seguida el árido invierno con sus melancolías penetrantes, sus nieblas tristísimas y sus huracanes bravíos. Y lo mismo que en lo físico, acontece lo propio en lo moral. Las penas vienen en pos de las alegrias, y vice-versa: á la ilusion reemplaza el desencanto; al delirio de la juventud, sigue la plácida tranquilidad de la vejez; á la febril actividad, el reposo absoluto; á la posesion anhelada, al deseo satisfecho,—el cansancio, la indiferencia, el hastío!

—¿Y esa es una ley fatal, ineludible para los seres?.... O es, simplemente, una ley que rije tan solo para algunos, para tí, por ejemplo?... interrumpió Estela, mirándome fijamente y de-