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ESTELA

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-Caballero, un favor! Soy un desgraciado que acaba de perder al único ser que amaba en la vida, mi madre, víctima de la epidemia-Ambos fuimos atacados, y des pues de varios días de enfermedad en que gasté cuantas economías había logrado hacer, yo me levanté de la cama, habiendo sucumbido hoy mi madre. Ocurrí entonces a la casa de comercio en que estoy empleado como tenedor de libros, con el propósito de pedir un anticipo y costear con él los gastos de entierro; pero me encontré con que estaba cerrada, a consecuencia de que sus dueños habían salido ayer para el campo, huyendo del flagelo y de esta atmósfera mortífera. Loco, desesperado, sin saber a quien dirigir mis ojos en situación tan horrible, he visto a Vd. en el momento en que cruzaba la plaza, y, sin tener el honor de conocerle, he me resuelto a solicitar de sus sentimientos la suma de mil pesos, cantidad con que creo poder conducir y sepultar los restos de mi madre en la última morada. Ruego a Vd., pues, señor, me rinda este señalado servicio, que se lo agradeceré mientras viva! -Ha hecho Vd. perfectamente, joven, dirigiéndose a mi en esta ocasión! contestó el desconocido, sacando de uno de los bolsillos de su pantalón un grueso rollo de billetes de Banco, y poniendo en manos de Arturo uno de ellos. Sírvase Vd. aceptar esta friolera por el mo-