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ESTELA

tica y admirablemente, adornada de hermosos y grandes ramos que exhalaban su fresco perfume por el vasto salón: todo hablaba a Estela con un lenguaje mudo pero fascinador. A la seducción de los sentidos, a que la pobre niña no estaba acostumbrada, agregad ese otro hechizo del alma-el amor-y comprenderéis fácilmente la sorpresa y alegría de Estela al encontrarse de pronto, sin esperarlo, sin sospecharlo siquiera, con aquel cuadro deslumbrador, que ofrecía en su conjunto el comedor de Hortensia. - Verdaderamente que me sorprende cuanto veo! fueron las palabras con que trató de justificar su asombro, ante X ... y Hortensia que la miraban complacidos, al parecer. -¿ No te dijo X ... que yo te preparaba una sorpresa? se apresuró a preguntar Hortensia. -Es verdad; y por cierto que has logrado tu objeto, querida amiga: esto revela tu buen gusto y tu amabilidad: yo no merecía tanto de tu parte. --V. lo merece todo, encantadora Estela! exclamó entonces X ... mirándola fijamente. -X ... ha contestado por mí! repuso Hortensia, señalando a Estela el asiento de una de las cabeceras, e indicando al amado de ésta el otro. La dueña de casa ocupó la silla mas inmediata a Estela.