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ESTELA

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Tal era, pues, fuera del deterioro natural del tiempo, el comedor de la casa-quinta de Hortensia. Cuando acaeció la muerte de su primitivo dueño, el portugués, a consecuencia de un ataque de apoplejía fulminante sufrido después de una de esas célebres comidas que acostumbraba, sus bienes se vendieron por la justicia ; habiendo adquirido el padre de Hortensia antes de su fallecimiento, la propiedad de esa casa de Palermo. Ni el padre, ni la madre de Hortensia, tuvieron jamás noticia mientras vivieron de la existencia de aquel dormitorio subterráneo. Hortensia era la única dueña del secreto. Después fue X..., a quien, para favorecer en la posesión de Estela, se lo reveló.

Hemos dicho ya que nuestros amantes pasaron al comedor, donde se había preparado una comida por orden de Hortensia. Estela no pudo menos de sorprenderse ante el cuadro que la ofrecía aquel comedor. Desde las pinturas al óleo; á los ricos muebles, desde las colgaduras a la mesa, servida artís-