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ESTELA

Dos años de pasión frenética, dos años de unos amores ardientes y exagerados, habían traido las cosas a este. terreno. Al delirio había reemplazado la calma por el dominio de la razón sobree el sentimiento; y a la posesión el hastío. Y no por que Estela no fuera una mujer capaz de mantener vivo el fuego de aquella pasión salvaje; al contrario: cada vez tenía nuevos arranques, nuevos bríos, nuevos transportes y mayor vehemencia su cariño hacia mi. Pero Estela era insaciable, y consumía cuanto se ponía al alcance de la atmósfera de voluptuosidad que la rodeaba. Alma de fuego, había concentrado en su corazón todo cuanto hay de irritante en el sentimiento, para reflejado en su rostro divino, al que aquel prestaba una seductora y satánica expresión. Sus ojos tenían todas las fascinaciones; sus formas todos los hechizos; su belleza todos los resplandores que deslumbran. Su boca podía desafiar la rosa humedecida por el rocío de la aurora; y su seno, cubierto siempre de blancos y transparentes cendales, era un imán celeste colocado allí por Cupido para atraer las almas y embriagarlas de deleite. No se la podía mirar sin cegar, sin sentirse cautivado y presa del mágico caudal de su hermosura.