te, otras al norte i muchas al sud-este. Solo los grandes golpes de viento que se descargaban de las altas cordilleras i que llegaban hasta nosotros, acusaban el predominio del norte. A las 8 me vi obligado a guardar los instrumentos meteorolójicos para ponerlos a salvo, pues los chicotazos que los árboles daban a la carpa hacian que ésta no pudiese garantirlos. La lluvia, que habia cesado un tanto, se descargó a torrentes desde la diez de la noche para adelante.
El 20, cielo cargado i lluvioso. El rio, tan crecido como el primer dia, i sus aguas puras i verdosas parecían que reflejaban los diversos matices del bosque que tapiza la falda de las montañas. En la tarde cesó la lluvia i aclaró el cielo, prometiéndonos los primeros momentos de bonanza para el dia siguiente.
El 21 amaneció un tiempo hermosísimo. El puelche [1] soplaba con suavidad siguiendo las inflexiones del rio. Se sacaron los víveres i equipajes al sol para secarlos, porque con la excesiva humedad de los dias anteriores, aparte de los percances del rio, comenzaban a azumagarse.
Por mi parte, después de seis dias de encierro, pude también abandonar la carpa i hacer cortas escursiones por las orillas del rio, notando desde luego que éste arrastra abundante piedra pómez, pero en fragmentos tan pequeños que los mayores apenas propasaban el volúmen de una avellana. En el resto de sus acarreos no fué posible encontrar otras sustancias volcánicas [2].
A las 10 de la mañana mandé dos hombres a talar una senda que condujese a la alta cordillera, buscando pasos accesibles i procurando dominar el volcan Yate i la laguna que sigue inmediatamente al S. E. de las Islas; encargando asimismo muestras de cuantas plantas encontrasen a su paso. A las 4 de la tarde estuvieron de vuelta: todo era despeñadero apenas accesible para hombres como los mandados. Sin embargo, habian llegado al alerzal i al canto de los barrancos que miran hácia el rio. Nada útil trajeron para el herbario; solo grande admiracion i entusiasmo por la hermosura de los alerces i la grande estension de su plantel, imposible de ser beneficiado por lo fragoso de la senda que conduce a esas rejiones.