aguas vivas, levantando su centro sobre el nivel de baja mar 1 metro 3 decímetros.
A nuestro arribo a Quinched, no habiéndosenos podido unir la lanchita con motivo del viento contrario, el trabajo avanzó con lentitud, regresando en la tarde a San Agustin para cambiar nuestro campo.
Al arribar nosotros a la playa de Máchil, descendian a la ribera numerosas mujeres que, provistas de un sesto i de un palo de luma llamado troncúe, se dirijian a la playa para mariscar, operacion que ejecutan casi todos los dias en los momentos del reflujo del mar.
Los aperos para mariscar son bien sencillos i adecuados al objeto. El troncúe, especie de barreta de palo de luma, es indispensable i lo usan para desgranar las pencas de piures (Piura Molinæ), como asimismo para remover las piedras que ocultan o cargan a aquéllas. Usan también un palito menor i aguzado por uno de sus estremos llamado palde, i sirve para desenterrar los bivolvos que se crian bajo la arena o el guijo.
El acto de mariscar llama la atencion de las personas no habituadas a verlo, ofreciendo a la vez algunas reflecciones que inician sobre el carácter de los isleños proletarios. Por este motivo nos será permitido hacer una rápida reseña sobre la materia.
Cuando la marea se encuentra próxima a su mayor descenso, o sea, a su reflujo, las mujeres provistas de sus sestos i demás aperos del caso se dirijen a la ribera vecina. Llegando a ella, buscan el trecho que les ofrezca el punto adecuado donde se cria el marisco de su predileccion i dan comienzo a la faena, repartiéndose sobre la playa. Así, en los momentos de mar baja, las riberas se observan cubiertas de puntos negros que se mueven lentamente; mas cuando nos acercamos a ella, esos puntos se van precisando hasta dejar ver claramente a las mujeres que, encorvadas i luciendo sus robustas formas por lo corto de su saya, se ocupan de clavetear la playa i de cojer el marisco que desentierran.
Hombres es raro ver en los dias ordinarios, pues siempre están entregados al corte de la madera, de la sierra o del ocio. Así es que el sexo fuerte entrega a la mujer todas las penalidades domésticas, i muchas veces algunas otras que no le son privativas, como el corte de la leña, el cultivo i cosecha, el remo i