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ESPLORACION.

Si no es tan graciosa como la de Giessbach al Sur del lago Brientz, que es la delicia de los viajeros del Oberland de Berna, tiene mucho, aunque no por su volúmen, de la Staubach por su forma, i por su esbeltez i donaire, de la de Beyerbach en las riberas del lago Wallenstadt.

Nada mas pintoresco que sus ondulantes movimientos, mas puro que sus cándidos copos. Parece que tiene vida, que siente, que comprende que se la admira, que se oye con placer su ruidosa voz que jime al precipitarse.

¿I cómo no admirarla? ¿cómo no conmoverse con los esfuerzos que hace para no rodar por el granito? ¿cómo no estasiarse en el espléndido velo que el sol la tiende cariñoso con sus rayos? El alma la acaricia i contempla gozosa al verla, ya tranquila, besar las olas de la laguna, cuyos vapores la cubren con un espléndido arco iris.

Una napolitana en su tarantella, una palmera en el desierto, una sílfide en la danza no tienen mas gracia, mas jentileza que ella.

Cada aliento de la brisa la hace ondular como el blanco velo de una hurí; cada rayo de sol la hace brillar con los resplandores de un diamante, esas lágrimas de la naturaleza, como los llama Simonin.

Los últimos rayos del sol doraban las nevadas crestas de los cerros vecinos, cuando nos apartábamos de tan precioso espectáculo i poniamos la proa en direccion a las carpas.