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A LA LAGUNA NEGRA

altar de la naturaleza, en ese trono de lo maravillosamente grande i poético.

El corto trecho que nos quedaba para llegar al Portillo nos fué de difícil ascension, por lo empinado; pero, una vez que llegamos a él, a las cuatro cuarenta i ocho minutos de la tarde, el esplendor del espectáculo que nos deslumbraba nos hizo olvidar por completo las fatigas del viaje.

Allí, desde esa prodijiosa elevacion, desde ese trono fulgurante, al que el sol, que entraba en su lecho de ópalos i esmeraldas, acariciaba con sus tibios rayos de la tarde; divisábamos a nuestros piés la tierra, cerca de nosotros el cielo, i diseñándose a lo léjos, como una faja luminosa la cima de las montañas.

Al oeste i suroeste, el volcan de San José, de púrpura i oro en esos momentos, levantaba orgulloso su inmenso cráter a 5,532 metros sobre el mar, bajo los 33° 45' latitud sur i 0° 44' lonjitud este [1]. Desde 1822, año funesto para Valparaiso i Santiago, ha apagado sus fuegos, quizá para hacerse sentir bien pronto. Al este, la hondonada arjentina, irguiendo sus cerros de formas diversas i caprichosas a la vez que espléndidas i que, iluminados por los resplandores del sol o la luna, aparecen como pintados de rojo unos, de negro otros, formando el todo un cuadro de lo mas fantástico i caprichoso. Al norte, el colosal Tupungato, encorvado bajo el peso de sus nieves eternas i de los siglos, atravesaba con su truncado cono la capa celeste.

Este jigante, hermano del Aconcagua por su al-

  1. Asta-Buruaga, Diccionario Jeográfico.