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A LA LAGUNA NEGRA

termales, creencia que no tiene ninguna razon de ser.

Despues de unas dos horas de marcha, volvimos a atravesar el rio, i a poco andar, se ofreció a nuestra vista un espectáculo que nos causó una impresion mezclada de admiracion i de terror. Grandes trozos de rocas, arrojadas unas sobre otras, de una manera tan estraordinaria i ostentando los colores mas estravagantes, parecian formar un océano embravecido, que la varilla de una hada misteriosa hubiera transformado de súbito en un monton de piedras fracturadas y ennegrecidas; era aquello algo como un anfiteatro de los dominios de Pinton.

Es preciso haber visto ese caos para formarse una idea de él: peñascos arrojados de su base i lanzados por la fuerza de la convulsion; montones de piedras calcinadas, que parecen las ruinas de una gran ciudad, como las llamó lord Cochrane. Como el Cain de Byron, hubiéramos creído que marchábamos sobre el cadáver del mundo.

Sobre cada uno de estos despojos, el filósofo encuentra escrita una hermosa pájina de teolojía natural tan rigorosamente atormentada por los cataclismos.

Toda la estension, que abarca mas de una legua, fué en otro tiempo un fértil i hermoso valle, donde pacian grandes rebaños de ganado.

En el invierno del año 1844 tuvo lugar ahí una de las mas violentas sacudidas de los Andes. Gran-