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Llegó la noche y la tía Candelaria no le contó a mi padre lo sucedido y pasó el otro día y tampoco lo hizo, pero jamás volvió a acariciarme ni yo a buscar sus caricias.

Sin embargo, cuando me encontraba en su presencia me hallaba violento y temía siempre una revelación de sus labios!

Esta aventura fué el secreto que siempre guardamos y la hacía decir a mi tía Candelaria cuando mis padres hablaban de darme una carrera.

—Háganlo estudiar para cura... ¡tiene condiciones!