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DRAMAS DEL TERCER PATIO

La conoció siendo vigilante.

Por la mañana cuando estaba de facción en la esquina, arrebujado en su grueso capote azulado con botones de nickel, se quedaba extasiado viéndola fregar los vidrios de las grandes puertas que daban al balcón.

Se le hacía agua la boca al mirarle los brazos morenos, gruesos y bien torneados.

Le metía los ojos por la manga del vestido y los paseaba a lo largo de aquel lindo cuerpo, acariciando sus formas exhuberantes.

Francamente, gozaba contemplándola y su gozo se pintaba en su rostro obligándolo a llevar la mano a la empuñadura del machete con un aire bravío.

Ella lo miraba también y se deleitaba, mientras limpiaba los grandes vidrios, pensando en los besos que se ocultaban bajo los gruesos bigotes del enamorado vigilante.