Página:Esmeraldas (Cuentos mundanos).djvu/43

Esta página ha sido validada
— 38 —

El hecho es que Ernestina sumamente sensible me apretaba más y más y su ternura provocaba mi lloro con mayor abundancia.

Lloraba de dicha... —Vea Ud. llorar!... lo que se le ocurre a un muchacho no se le ocurre a nadie.

Ella fastidiada probablemente por mi pasión tan triste —que hay hombres como dice Heine, que tienen triste la alegría y alegre la tristeza— se apartó de repente de mi lado mal humorada, y mirándome con ojos enojados me aplastó con un «mira que sos sonso» que me dejó helado.

Desde entonces no alentó más mi simpatía Ernestina, la amiga de mis hermanas, hoy señora de López, y desde entonces también yo me ruborizo cada vez que la encuentro en mi camino.