me dió un beso en la oreja que me mareó, mientras que aquella mano que me preocupaba, avanzaba... avanzaba... y me hacía deliciosas cosquillas.
Mi pudor revelándose súbitamente, pudo más que el placer que me causaba la promesa de mi confesor y sus cosquillas que me movían a risa. Repuesta del aturdimiento que me produjo su beso en la oreja y roja de vergüenza, me dejé caer de sus faldas y quise alejarme.
— ¿Qué tienes?... mo preguntó con un aire de inocencia que algo me tranquilizó, reteniéndome no obstante por la cintura, vuelta mi cara hacia él... ¿No te gusta mi regalo... eh?...
Y nuevamente comenzó a hacerme cosquillas aun cuando esta vez con ambas manos.
Yo me eché a reir.
También se rió él y continuó acariciándome.
Luego me pregunto si sus caricias me gustaban, en un momento en que me puse más encendida que nunca, y me dió un prolongado beso en los labios que yo recuerdo que devolví, sin saber ni lo que hacía y sin poder hablar una palabra.
Después volvió a colocarme sobre sus faldas sin que opusiera la menor resistencia