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Y me refirió, poco más o menos, lo siguiente.

En 1872 tenía yo 13 años y era una pollita de las que ustedes llaman ricotonas ... no es por alabarme.

Mis padres gozaban de una posición no desahogada, pero sí mediana, querían hacer de mi una maestra de escuela y me tenían en un Colegio de Hermanas de Caridad situado en la parroquia de X... en que vivíamos y próximo a mi casa.

Todas las mañanas iba a él a las seis y lo dejaba a las cinco de la tarde, recorriendo sola el corto trayecto y teniendo por costumbre entrar a la venida y a la ida al templo parroquial, que me quedaba de camino a hacer mis oraciones.

Extremadamente religiosa por mi educación, encontraba en mi madre grande estímulo para observar las prácticas piadosas, pues, me hacía confesar casi diariamente ignorando la pobre que con ello cavaba la fosa en que había de sepultar la felicidad de mi vida.

Era mi confesor, el párroco del templo en que siempre oraba ¡un sacerdote extranjero como de treinta años de edad, bastante buen