hoy cuando vino!... Yo voy a ver á mamá... ¡Dios mío!... ¡quién había de decirme que a los seis meses de casada!...
— ¡Por Dios!... mi mujercita... escucha! ¡Todos los nardos son iguales!
— Estos yo misma los até con este hilo verde y los puse en el pecho de esa loca... Ah!... Yo voy a ver a mí madre.
Me costó trabajo colosal disuadir a mi mujercita de la idea de contarle a mi suegra el suceso fatal y doble más probable que en adelante sería la imagen de la fidelidad conyugal y un acérrimo enemigo de su íntima, como ella lo sería.
En cuanto a Rosita, cada vez que la encuentro me mira con sus ojos negros y picarezcos y se sonríe de tal manera, que yo leo de corrido su intención de decirme!
— ¿Quieres los nardos mi hijito, quieres los nardos?