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EL RETRATO.

virse el refresco (costumbre harto saludable y descuidada en estos tiempos), y de allí á poco sonó el violin, y salieron á lucir las parejas, alternando toda la noche los minuets con sendos versos que algunos poetas de tocador improvisaron al retrato.

Algunos años despues volvi á Madrid, y pasé á la casa de mi antigua tertulia; pero ¡oh Dios! ¡quantum mutatus ab illo! ¡qué trastorno! el marido habia muerto hacia un año, y su jóven viuda se hallaba en aquella época del duelo en que si bien no es licito reirse francamente del difunto, tambien el llorarle puede chocar con las costumbres. Sin embargo, al verme, sea por afinidad, ó sea por cubrir el espediente, hubo que hacer algun puchero, y esto se renovó cuando notó la sensacion que en mí produjo la vista del retrato, que pendia aun sobre el sofá.—« Le mira usted?» (esclamó): «¡ay pobrecito mio!»—Y prorumpió en un fuerte sonido de nariz, pero tuvo la precaucion de quedarse con el pañuelo en el rostro, á guisa del que llora.

Desde luego un don No-sé-quien, que se hallaba sentado en el sofá con cierto aire de confianza, saltó y dijo: —«Está visto, doña Paquita, que hasta que usted no haga apartar ese retrato de aquí, no tendrá un instante tranquilo;»—y esto lo acompañó con una entrada de moral que habia yo leido aquella mañana en el Corresponsal del censor. Contestó la viuda, replicó el arguate, terciaron otros, aplaudimos todos, y por sentencia sin apelacion se dispuso que la menguada efigie seria trasladada á otra sala no tan cuotidiana; volví á la