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y otros árboles exóticos, fieles á su costumbre en el clima nativo, se habían desnudado en el invierno y presentaban aspecto ceniciento y triste; los árboles indígenas y los naranjos y limoneros, burladores del frío y del viento, conservaban su pomposo y alegre vestido, y hasta el lujo de sus plateadas flores y de sus pomos de oro.

El comisario y sus compañeros encontraron algunos indios que bajaban al río, en busca de los troncos y ramas que la avenida pudiera haber dejado en las orillas, y que aquellos infelices aun hoy en día, suelen ir á recogerlos para proveerse de leña.

Cerca ya de la casa, don Bonifacio se acercó al comisario y le hizo notar en voz baja que había en el patio tres caballos con sillas, y gente que iba y venía. —¡Eh! añadió, como que los vamos á pillar descuidados y mansitos. Piquemos.

En lo de los caballos y la gente, el viejo no se engañaba. Apresuraron el paso y penetraron todos en tropel al patio. ¡Qué sorpresa para Antonio, su amigo N.... y el paje! Arrimados al pasamano del corredor y con polainas y espuelas, se ocupaban todos en vaciar sendas tazas de humeante agua de azúcar con anisado y en comer unos biscochos. La sorpresa hizo soltar á Antonio su taza, que se volvió pedazos.

—Caballeros, dijo sin embargo, saliendo al encuentro de sus extraños huéspedes, á quienes no conoció de pronto por lo escaso de la luz, ¿qué se les ofrece á UU.?

—¿Qué se nos ofrece? contestó el comisario en tono agrio y poniendo muy mala cara al joven; ¿qué se nos ha de ofrecer, sino agarrar á Ud. y su presa?

—¡A mi presa! señor......

—Como Ud. lo oye: soy el comisario de policía, y es mi deber pesquizar los crímenes, y sepa Ud. que de mí nadie se burla.

—No he cometido crimen ninguno.

—¿Cómo ninguno? ¿No es crimen el rapto de una joven?

—¡Señor comisario!......

—No perdamos tiempo. Entregue Ud. al punto á la señorita Juana N...., y dése preso á la justicia: se lo intimo en nombre de la ley.

—¡Señor comisario!.... Juanita N......

—¡Pillastre! dijo don Bonifacio, creíste pegármela y quedarte con el hecho; pero te has equivocado.

—¿Qué dice Ud.? preguntó Antonio encolerizado con el insulto y encarándose con el viejo, á quien pudo conocer al fin.

—Digo que tú te robaste anoche á mi sobrina, y que......

—¡Juanita!.... Juanita no está conmigo.

—¡Y lo niegas, tuno!

—¡Viejo!......

El joven iba á tirarse sobre él con los puños levantados; pero se interpuso el comisario gritando —¡Al orden!