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á la puerta de calle, y mandó á la criada que salióse á ver quién era el que metía tanto ruido. La criada conoció por la voz al viejo, abrió la puerta y, viéndole solo, se apresuró á preguntar.

— ¿Y la niña?

— No viene, contestó con disgusto don Bonifacio.

El telégrafo de las criadas es muy antiguo, especialmente para trasmitir malas noticias: ni un segundo tardó el no viene la niña en llegar á oídos de doña Tecla.

— ¿Pues quién viene?

— El señor Bonifacio.

—¿Solo?

— Solito.

— Si no debía llegar ahora: ¡algo ha sucedido!

Y doña Tecla, entre tanto, se sentaba en el lecho.

En efecto, Juanita no viene, dijo don Bonifacio metiéndose á la pieza oscura en que oía la voz de su prima.

— ¿Qué significa esto, primo Bonifacio?

— ¿Qué ha de significar, primita, sino que el diablo ha metido la cola en el negocio?

— Explícate.

— Pues me la pegaron ¡diajos!

— Pero ¿qué ha habido?

— Que el bribón del tal Antonio cargó con la Juanita.

— ¿Qué estás diciendo?

— Lo que me oyes.

— ¿Y tienes valor de venirme con esa noticia? ¡Ah, pillo! ¡ah, canalla de ese desnudo! Y esa loquilla! esa malvada de la mogigata de mi sobrina! Y tú, viejo gallina...

— Alto ahí, prima Tecla!

— Y tú, digo, ¿nó has sido capaz de cuidar de esa muchacha? ¿Te has dejado embobar de ese miserable del Antonio?

— Escucha, Teclita: ¡si no sabes lo que hay!

— Pues ¿qué? Lo que hay es que Juana ha sido robada, que está deshonrada nuestra familia, y que tú has contribuido á ello.

— ¡Tecla, por Dios! cálmate un poco y escucha, y no seas tan injusta.

En cuatro palabras impuso á su prima todo cuanto había ocurrido, y añadió: —Aquí tengo la carta que pone en claro todo el complot y que me justifica; encendamos la vela para que la leas. Sacó del bolsillo la herramienta, golpeó repetidas veces el pedernal que echó mil centellas, se prendió la yesca, encendió un papelillo, que entre tanto había permanecido preso atravesado en los labios del viejo; en la candela del tabaco aplicó doña Tecla un pabilo bañado en azufre, la llama del pabilo pasó á la vela. La tía de Juanita arrebató la carta de manos de su primo, é inclinándose fuera de la cama para acercarse á la luz, y poniendo el papel junto al ojo derecho, mientras la puntería del izquierdo daba