Página:Entre dos tias y un tio.djvu/34

Esta página ha sido validada
—30—

parte de la cuesta de Cashapamba, tomaron á la izquierda, y desde el punto en que, á la izquierda también, hay una bonita quinta y á la derecha un mal tambo, ontraron en camino llano. A poco, al mismo diestro lado, hay la entrada á callejón estrecho y tortuoso, y el camino principal sigue ligeramente empinado y cubierto de arena. Los caballos se inclinaban á tomar el callejón; pero se había oído unos segundos antes fuerte tropel que se acercaba por detrás. Eran tres montados que venían al galope. Los caballos de nuestros viajeros se excitaron con el ruido, don Bonifacio se recordó y echó un ¿Quién va? con voz balbuciente. Mezcláronse unos ginetes con otros, el viejo quiso detener el caballo de Juanita y se atravesó en el camino; pero dió en tierra, logrando apenas detener su rocín por las bridas. El de su compañera... voló en medio de los demás.

No obstante el estado de su cabeza, el viejo penetró la gravedad del caso y comenzó á gritar entre iracundo y desesperado: —¡Diajos! ¡me la pegaron! ¡Juanita!... ¡Juanita!... ¡Juana del... ¡Carambas!... ¡Antonio!... ¡ladrón Antonio! ¡malvado! ¡canalla! ¡Pero me la pagarás!

Y al mismo tiempo sofrenaba el caballo y buscaba el estribo para volver á cabalgar; pero la embriaguez, la turbación y la oscuridad se lo impedían.

— ¡Diajos! ¡me la pegaron ! ¡quién lo hubiera pensado! Y ahora ¡qué dirá mi prima Tecla! ¡con qué cara me presentaré á ella! ¡Ay ay ay! Va á rabiar y á echarme de su casa. ¡Ay ay ay!

Y se puso á llorar.

Quiso consolarse con su cuerno; pero el último beso le había dejado seco.

Al fin pudo pisar el estribo y cabalgó, no sin gran esfuerzo; se inclinó á la derecha para tomar la ación y dar con el segundo estribo, perdió el equilibrio y cayó de nuevo. ¡Vamos! el pobre viejo estaba de mala espalda; y lo peor que ahora soltó las bridas y el caballo se le alejó. Anduvo un trecho con las piernas y los brazos abiertos, echando tacos soldadescos y repitiendo ¡shó! shó! para ver de hacer parar al rocín. Dio con él, se santiguó á fin de neutralizar los malos efectos que podían producir los tacos, y tornó á montar. Su primer designio fué volar en seguimiento del raptor de Juanita; mas recapacitó y vió que era imposible darle alcance. Y luego ¿qué iba á hacer solo contra tres? Lo mejor era comunicar cuanto antes el suceso á doña Tecla, volar á la policía, levantar gente y ponerse en persecución de los prófugos. Se metió por el callejón, rasgó las ijadas al caballo, que hizo los últimos supremos esfuerzos que pudo para trotar largo, después de diez y nueve horas de viaje, y llegó á la ciudad.

Doña Tecla se hallaba en el primer sueño, pues eran las once de la noche; mas se recordó con los golpes que don Bonifacio daba