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—Como Ud. quiera, tía Martita, contestó la joven con modestia; pero no podía ocultar que un rayo de esperanza había bajado á iluminar su corazón, y sonreía y le brillaban los ojos.

—Hijita, cuánto me gusta tu sujeción á mi voluntad. ¿Qué día es ahora?

—Miércoles.

—¿Día de correo?

—Día de correo para el sur.

—¿También para Ambato?

—Precisamente.

—Pues voy á escribir á mi hermana Teclita. Que venga al momento Bonifacio y te lleve.

Se encerró, pués, en su cuarto, y en dos horas largas, piensa que piensa, y pinta que pinta letra tras letra, escribió lo que sigue: "Mi querida Teclita de mi alma. —Después de saludarte con todo mi cariño, es preciso que te diga que la Juanita en todo el tiempo que ha estado conmigo no ha dado qué decir de su persona; es muy buenita y un suelo de humildad; ha oído misa todos los días y ha vivido al pie deL confesor. Pero como las tentaciones del enemigo malo no faltan, y á las almas de Dios persiguen más, cata aquí que esta mañana al salir de misa, el maligno en figura de militar se presenta derrepente, y encarándose á nosotras le dice á la chiquilla unas cosas del infierno, que de sólo recordarlas me da escalofrío. Y no paró aquí, sino que nos vino siguiendo repitiendo las mismas cosas y otras peores, hasta que nos metimos á la carrera y cerramos las puertas. Yo le dije á la Juanita que diga Jesús y se encomiende á la Vírgen Santísima; pero como el demonio es tan atrevido, dijo que había de volver. Ya ves, hijita mía, el peligro en que está nuestra sobrina, y que es necesario guardarla como á las niñas de los ojos. Con harto sentimiento de mi corazón te digo, pues, que la lleves á tu casa, y mandes por ella al primo Bonifacio. Yo no puedo cuidarla, porque una pobre mujer desvalida no vale para lidiar con un soldado, y si sucediera alguna desgracia, me moriría; y si me descuidara un solo momento, tendría que dar cuenta á Dios, y cada una con su propia conciencia tiene demás para vivir temiendo y temblando. Conque así, pues, hijita mía, llévala para Ambato, y tú sabrás cómo la libras del tal Antonio. Sobre esto le he echado yo muy buenos sermones, y creo que está bastante convertida. Conque adiós, Teclita de mi alma; yo no dejo de encomendarte á la divina Providencia, y te pido que hagas lo mismo con esta tu hermana que mucho te quiere. —Marta. —Nota. Por Dios, no te descuides: que venga pronto el primo Bonifacio; pero volando".

Mientras la tía redactaba esta carta, la sobrina no se descuidaba: metióse en una faltriquera, que le servía de cuarto de costura, tocador y oratorio, y escribió también una esquela con mano trémula y mala letra, cosa inusitada en ella que la tenía muy regular