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de extraordinaria civilización en épocas que se pierden en la noche de los tiempos.

El Nilo, cuyos orígenes están en el cielo, porque las nubes, preñadas de aguas, recogidas en muchos mares, caminando al Ecuador africano, se deshacen allí en llúvia, durante varios meses, realiza todos los años un milagro estupendo en esa vasta región; sube poco á poco, crece gradualmente, se hincha, revienta, se desborda, y baña todas las comarcas circunvecinas, hasta el pie de las montañas, por Oriente y Occidente; la llanura, vuélvese un lago en el que innumerables aldeas, construidas sobre terraplenes artificiales, flotan, al parecer, como islotes, desparramados en fantástico archipiélago; y esta inundación providencial, es ahora, como en los tiempos antiguos, saludada con himnos de religiosa gratitud, en medio del regocijo de las familias que, llenas de júbilo, recorren en festivas barcas, de pintadas velas, de feria en feria, el alegre país, —triste, desolado, el día anterior.

De las corridas de toros, de las regatas, de las luchas cuerpo á cuerpo y otros juegos atléticos de otras edades, casi nada ha quedado.