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menguado de inteligencia, dicharachero y procaz, temerario y fanfarrón, pero rodeado al fin de la aureola de un augusto nombre é ídolo de las masas populares; el Príncipe de Condé, precedido de justa fama de capitán insigne y no exento de autoridad por sus prendas personales y por los regios timbres de su Casa; el duque de La Rochefoucauld, reputado hombre de hondo talento y con poderosos medios de acción, gracias á sus vernáculas riquezas y á su alianza con la rubia Longueville, cuyos favores disfruta; el Vizconde de Turena, no menos temible en los campos de batalla por su reflexiva prudencia que el de Enghién por sus inspiraciones súbitas; todos los que por alcurnia, talento ó influencia representaban alguna fuerza en la aristocracia, figuran en los disturbios de la Fronda, hoy entre los leales á Mazarino, mañana entre los enemigos de la Reina. Tan frecuentes apostasías y tan inopinadas defecciones ponen de relieve la índole egoísta y venal de aquella civil contienda de