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renombre: Turena y Condé amanecen en el ínterin. El soldado español, ágil é impetuoso como el árabe, como el cántabro tenaz y sobrio, amante de la milicia como de una sagrada investidura, satisfecho del pasado, generoso y risueño en el presente, con seguridad del porvenir; orgulloso de la tierra que le vio nacer, del Rey por quien combate, del Capitán que le manda y de la Religión que profesa; el soldado español que, al modo de los Romanos de la Edad Antigua, mira como Bárbaros á todos los nacidos allende el Pirineo, empieza ya á sentir desaliento ante la impericia de sus jefes y al ver en cuan escasa medida corresponden los éxitos militares á sus personales hazañas; que si los valientes deshechos en Rocroy se asemejan mucho aún á los que con el emperador Carlos V atravesaron á nado la corriente del Elba y á los que convirtieron en humo ante los muros de Pavía los ensueños vanidosos de Francisco I, el Capitán derrotado por el Duque de Enghién en aquella jornada,