al bando hispano-alemán, declaróse Richelieu abierto partidario de los Protestantes y desnudó la espada para abatir la pujanza, incontrastable hasta entonces, de aquellos soldados españoles que bajo el mando del Infante Cardenal tuvieron en jaque y desbarataron en el cerro de Albuch á los discípulos del «Rey de Nieve».
Así como Sully, calvinista convencido, aconseja al Gran Enrique, su Rey y Señor, que abjure las creencias protestantes y que conquiste París con una Misa, Richelieu, católico aunque no tan fervoroso como Felipe II, no vacila en ayudar al Protestantismo en Alemania ni en imitar, auxiliado por los ejércitos del Rey Cristianísimo, el ejemplo de las huestes heréticas de Gustavo Adolfo. Sublime es la Reforma religiosa, en concepto de varios historiadores, y beneficiosísimos sus resultados para el progreso y para la prosperidad de los pueblos; pero político tan sagaz y poco escrupuloso como Richelieu no la quiere dentro de