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al aventurar las observaciones que preceden, es mi escasa simpatía hacia los cuentos maravillosos y el placer que me hubiera causado el poder elogiar al Marqués de Villasinda, no sólo por el esmero con que tonifica el lenguaje castellano por virtud del estudio paciente de sus innúmeros tesoros, sino también por el exquisito acierto de que habría dado gallarda muestra al resucitar de entre consejas y rapsodias de la Edad Media española, personajes dignos de vestir la típica y opulenta indumentaria que nuestro autor sabe tejer tan diestramente.

Cualidades sobradas reúne el Marqués de Villasinda para emprender obra tan simpática y difícil y, aun sin remontarse á épocas remotas, en el mismo campo de observación que ofrecen las costumbres contemporáneas puede él espigar asuntos adecuados á una novela genuinamente española. Con el original título de «La raíz de la mandragora» sé yo de buena tinta que tiene el Marqués