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El «Retrato de Don Quijote» está hecho con sobriedad y galanura, y el Sr Mesa demuestra laudable tino al esbozar con tonos vagos la figura inmortal del andante caballero, la realidad de cuyo idealismo escapa á los matices del color y á los límites precisos de la línea.

No me he propuesto en este artículo, ya largo en demasía, censurar en lo más mínimo al Sr. Mesa por la falta de alegría que he creído advertir en su hermoso libro. No han de vibrar tan sólo las cuerdas alegres en la lira del poeta, porque también las cuerdas melancólicas pueden lanzar á los aires encantadas melodías. Mi propósito se ha reducido á ir discurriendo como Dios me ha dado á entender, sobre cada una de las bellas páginas de Flor pagana, sin la más leve intención de condenar la facilidad con que á veces creo que el señor Mesa propende á seguir modas ultrapirenaicas. ¿Quién podrá considerarse limpio de este pecado en nuestros días y capaz de tirar la