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la sierra romances centenarios, rizan espíritus maléficos el cristal misterioso de las charcas, asoman entre jarales las pupilas sangrientas de los lobos, apréndese la no escrita mitología del silencio de las cúspides, y de los rasgos de la pluma del autor surgen los gritos de asombro de los campesinos al sentir cerca los latidos del progreso, el rumor de las esquilas de los rebaños subrayando como la vaga melopeya de una plegaria el respirar hipertrófico de los automóviles, la cálida sensación de las caricias de la chimenea del cortijo, el rum rum de los gatos adormecidos por el hervir hospitalario de las ollas, y los atropellados latigazos con que parece anunciar el aguacero la llegada de la noche.

En esta sección como en todas las que componen Flor pagana, se expresa tan castizamente el Sr. Mesa y muestra tal dominio del habla castellana, que es difícil sustraerse á la depresiva influencia que ejerce en el ánimo la melancolía del autor. Una duda, sin