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adular á los poderosos. Para corroborar mi afirmación, tarea que no encaja de lleno en este artículo, me limitaré á citar solamente uno de los muchos casos que me vienen á la memoria: la inflexibilidad con que los hijos de San Ignacio desafiaron la cólera del omnipotente Luis XV al negarse á admitirle á la Sagrada Mesa, mientran fuesen sus relaciones, más ó menos sensuales, con la marquesa de Pompadour, escándalo del pueblo y de la Corte.

Aun prescindiendo de refutar los opiniones un tanto heterodoxas emitidas de pasa da por el señor Antón en varios capítulos de su novela, hay en mi sentir un motivo poderoso que le obligaba á abstenerse de aventurar semejantes disquisiciones, so pena de incurrir en contradicción palmaria.

El Sr. Antón del Olmet siente al examinar el presente estado de la aristocracia española, la nostalgia de lo castizo. ¿Cómo entonces puede escandalizarse de la piedad de