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sentimientos y actos de esos seres privilegiados; pero si el Sr. Antón pudiera, como el Diablo Cojuelo, levantar los techos de todas las casas de la Corte y sorprender los secretos de cada una de esas viviendas, esté seguro el señor Antón de que los cursis le darían idénticos motivos de escándalo que los elegantes le dieron.

Vería seguramente el Sr. Antón en la clase media la misma ligereza en las mujeres y en los hombres el mismo desapoderado deseo de disfrutar de los placeres mundanos; vería esposas adúlteras y condescendientes mandos y hasta prosélitos de las ignominias de la Pentápolis, no en menor número que el de aristócratas mancillados por tan vitandos apetitos que mi excelente compañero pone á la pública vergüenza en ciertos pasajes por demás atrevidos de su pesimista novela.

Cualquier filósofo de menor cuantía ve la pandad absoluta que en punto á moralidad existe entre todas las clases sociales