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tensión de nervios que le impide dar con justeza los toques del cuadro, y arrastrado por el vigor momentáneo que á su pincel comunica el estado de descontento de su espíritu, acentúa los ángulos de los contornos y pone en las sombras las negruras de aquellos mártires de Ribera que, lejos de evocar la sublime resignación de los Santos, reflejan la rencorosa é impotente rabia de torturados Lazzaroni.

El maquiavelismo sensualista de las damas que el Sr. Antón del Olmet nos describe, la complejidad de apetitos depravados y de sentimientos perversos que en el corazón de sus heroínas acumula, y el despiadado tesón que ellas ponen en atormentar á cuantos hombres las cortejan, son de todo punto exagerados.

El Sr. Antón del Olmet juzga en general, sin apoyarse en más datos que los que algún particularísimo caso le procura, y en un momento de mal humor y tal vez sin otro numen que alguna fallida esperanza, recarga los colores del cuadro y da desmedidas