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Paréceme que en aquellas sociedades embrionarias y semibárbaras de la Edad Media; en aquella otra Romana que conquistó el mundo conocido y lo defendió de los ataques de los invasores del Norte, presenciando al propio tiempo diarias revueltas y frecuentes destronamientos de Césares al arbitrio de la falange pretoriana; en la misma Atenas ya en guerra con otras ciudades como la fabulosa de Troya y la histórica del Peloponeso, ya oponiéndose como en las Médicas al ímpetu de las cohortes de Jerjes y Darío, ó bien entregada en plena paz á los placeres del corporal ejercicio inmortalizado en las luchas de los Púgiles y en las Carreras Olímpicas; paréceme, repito, que todos aquellos pueblos que no tenían el vagar necesario para dedicarse á dar largos, reflexivos y sosegados paseos como los que podemos dar y damos nosotros; aquellos hombres que no disponían de tiempo alguno para celebrar coloquios con la misteriosa y complicada naturaleza,