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de los Austrias que ahogó las energías y las libertades castellanas y aragonesas en aras de una política de familia contraria á los intereses de nuestra Patria.

Si diésemos á la palabra tradición su sentido estricto y verdadero, no vacilaría yo en llamarme tradicionalista, porque para mí el tradicional gobierno de nuestra Patria acaba cuando en Madrigalejo expira Don Fernando el Católico, el más grande entre todos nuestros reyes. Yo soy verdaderamente entusiasta de nuestra tradición representada en Aragón por su Constitución y condensada en Castilla en la sana y robusta autonomía de aquellos Concejos que dieron autoridad á Doña María de Molina y el trono á Don Fernando el Emplazado.

Pero dejando para ocasión más oportuna el exponer mis personales opiniones, impórtame insistir de nuevo en mi dinastismo ferviente, porque habiendo tenido la honra de ostentar, aunque de modo interino, en diversas Cortes