de las sesiones no me permiten tampoco entresacar de un modo completo los conceptos á que acabo de aludir, por cuya razón y muy á pesar mío, quedarán sin contestar algunos de ellos.
Con gran deleite del oído y no menor regocijo de la fantasía tuve el placer de escuchar el discurso del señor Escobedo: el valor con que defendía sus opiniones un tanto vagas y los dejos de aticismo que ponía en la impugnación de las nuestras, despertaron en más de una ocasión las simpatías de los adversarios; y como en los períodos de la oración de S. S. la ligera elegancia de la dicción sobrepujaba notablemente á la solidez de los argumentos y á la rigurosa dialéctica del raciocinio, paréceme que S. S. no ha de llevar á mala parte que yo no consuma el breve espacio de tiempo de que dispongo para molestar vuestra atención benévola, en destruir con la fuerza de la lógica argumentaciones un tanto gratuitas, dictadas más bien por