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feudal que pugnaba con el absorbente espíritu de las Monarquías absolutas.

Veamos cuál fué la actitud del Jefe Supremo de la Iglesia ante los conflictos entre el Poder civil y el Poder eclesiástico. Conviene no confundir entre sí los dos aspectos del doble carácter que presentan los Pontífices Romanos antes de los recientes días de la Unidad Italiana; conviene separar el concepto que merezca la política del Rey de Roma, de los juicios que se formulen acerca de la prudencia y sabiduría del Vicario de Jesucristo.

Los Papas Reyes, por lo común italianos, acariciaron continuamente después del fin del Cisma de Occidente y sobre todo á partir de Julio II, la gigantesca idea de unificará Italia. En esto como en todo, vemos á la Iglesia adelantarse á los políticos del siglo. Verdad es que la mala fe diplomática del Renacimiento no perdona á los jerarcas de la Iglesia Católica, quienes sueñan á veces con poner su independencia espiritual á cubierto de la ambición de los