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de terreno como recompensa á sus servicios, no miraba esta donación sino como una propiedad efímera constantemente amenazada de volver á caer en manos de los infieles; y era frecuente que anteponiendo en aras del fervor católico los intereses del Rey á sus intereses privados, dejase al morir sus tierras á beneficio de alguna Comunidad religiosa, seguro de que en manos de ella estarían menos expuestas que en las de su propio hijo, á ser de nuevo pasto de los paladines del Islam.

Pero cuando ya la frontera musulmana pasó de Sierra Morena, juzgaban los conquistadores cristianos sus Patrimonios más seguros y comenzaron á fundar vínculos y mayorazgos en sus respectivas familias, desarrollando así una inmensa amortización civil mayor aún que la eclesiástica y muy estimulada por la vanidad que hacía vincular á cualquier obscuro hidalgüelo. Ya Saavedra Fajardo en pleno siglo XVII apuntaba la muchedumbre de mayorazgos como una de las