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protestante exige que aquella mujer busque una forma leal, decorosa, de lograr sus pecaminosos deseos, sin que la sociedad pueda cerrarle sus puertas. ¿Y sabéis á qué medio recurre? Asombraos: Va en unión del pretendiente á la presencia del marido y le dice que ya no le ama, que á quien ama es al otro; éste declara á su vez que le corresponde y dice que como la conciencia de ambos les impide cometer la iniquidad de engañar al marido, le ruegan que pida el divorcio á fin de que ellos puedan amarse legal y honradamente. El marido escucha impasible tan peregrina proposición sin que se inflame la sangre helada que corre por sus venas; agradece el noble proceder de los amantes y decide salir para Copenhague y pedir desde allí el divorcio, pues la residencia en tierra extranjera facilita los trámites. El día de la partida acude la mujer á la estación acompañada del amante y ambos efusivamente estrechan la mano del complaciente marido.