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haberse tomado el trabajo de profundizar en Teología ni en Filosofía, es causa de admiración para un sueco. El principio de la división del trabajo, que para nosotros sería muy beneficioso pero que no es para nosotros indispensable, es por el contrario para un sueco de una necesidad absoluta. El sueco, en general, no sirve para aprender más que una sola cosa y aun para aprenderla necesita hacer un esfuerzo que no seríamos capaces de hacer nosotros, por lo dóciles que somos á las sugestiones de la pereza.

Si un escandinavo tratase de descollar á un tiempo mismo en la Literatura y en la Matemática, se armaría tal confusión en su cerebro, que no podría aprender ni aun la más ligera noción de esta ciencia ni de aquel arte. Los cerebros enciclopédicos son para los hombres del Norte cosa desusada y sorprendente. Mas no compadezcamos esa pobreza de espíritu, antes bien envidiémosla. Esa limitación psicológica es la dictadora de la disci