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tu ni de un imperativo dictado de la conciencia la apostasía de los Príncipes cristianos; es el orgullo desapoderado, es la mal reprimida lascivia, es la avidez de placeres ó de oro, la causa que determina la desobediencia de los Príncipes al Vicario de Jesucristo. Pero, dejando á un lado este orden de consideraciones, conviene observar como un hecho verdaderamente extraordinario que el establecimiento de la Religión luterana en Suecia no fué causa de la menor alteración ni de las más insignificante contienda. Verdad es que las doctrinas que halagan las pasiones encuentran para germinar terreno favorable en todas partes; pero no es menos inconcuso que las creencias arraigadas en el corazón por espacio de muchas centurias no pueden ser arrancadas sino tras violentas conmociones del orden social.

Ahora bien, ese orden social no existía en Suecia todavía. Desde el establecimiento del Cristianismo por San Erico hasta los tiempos