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en la mayor ó menor legitimidad de los medios conducentes al logro de sus fines y decidió poner mano en los bienes de la Iglesia Católica, únicos suficientemente cuantiosos para saciar la avaricia de los usureros de Lubeck y para consolidar la realeza en su familia.

En balde fueron las protestas de los obispos que habían por su parte contribuido también eficazmente á la independencia de la patria, en vano las amenazas fulminadas por el Pontífice Romano: Gustavo se apropió los bienes de la Iglesia, arrogóse la facultad de nombrar por sí mismo los obispos, y buscando en las engañosas tesis de Lutero un bálsamo para tranquilizar su conciencia y para engañarse á sí propio, difundió las doctrinas protestantes por sus Estados y rompió abiertamente con Roma.

Y en este caso, señores, como en el de Enrique VIII de Inglaterra y como en el de los Príncipes del Imperio, se observa que no es efecto de una profunda convicción del espíri