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que á las puertas de los teatros, tanto en las plazas de abastos como en les almacenes del puerto, así en los parques frecuentados por la grave burguesía en las escrupulosamente guardadas fiestas dominicales como á las puertas de los ceñudos templos ó en torno de las mesas de los frecuentadísimos restaurants, ese silencio hondo, frío, terco, refleja uno de los aspectos del alma escandinava, dice lo tardo de su imaginación, tarda en exteriorizar sus tardas impresiones; pregona la perseverancia de la voluntad, más amiga de laborar sordamente que de levantar estrépito con la predicación de redenciones utópicas; acusa la lentitud del proceso de sus facultades pensantes, invita más á la meditación profunda que al superficial escarceo; revela la compasada firmeza de los pasos, hace presentir la docilidad incorruptible con que aquellos hombres acatan y respetan y defienden el principio de autoridad; da idea del tesón con que serían capaces de defender sus caras