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miento del Nuevo Mundo. No hubiera parecido al Sr. Pí y Margall tan raro ese estado de espíritu si se hubiese detenido á considerar que aquella empresa, aunque factor eficacísimo para el progreso material de la humana especie, fué para nuestra altruista nación de lamentables consecuencias. No cabe objetar que no estaba en los tiempos de Mariana tan adelantada la ciencia económica que pudiera él apreciar el poco acertado uso que nuestros gobernantes hacían de los tesoros de las Indias, porque si Mariana no podía darse cuenta á tan inmensa distancia, no abreviada cual hoy por la rapidez de las comunicaciones, de la fertilidad y extensión de aquellos vastos Imperios, estaba en cambio en condiciones de apreciar los daños que irrogaba á la Metrópoli, no sólo la constante emigración de la juventud al fabuloso Ultramar, exagerada después de todo, sino también, y muy especialmente, el enervante efecto moral que causaba en nuestra raza indolente y rebelde á la disciplina, la