cra lira de erudito poeta y acaso surgiera el trágico monumento de Corneille lleno de anacronismos, estatua seudoclásica vestida de anillada cota y armada de estoque toledano; mas no podrían evocar los sones de tan afinado plectro el alma grave y vigorosa de nuestro gran pueblo ni la entereza de la raza, alumbrada todavía al orto del Renacimiento por la luz pura y ardiente de la musa popular.
En la atmósfera de los paradójicos siglos medios nacen los cantares de gesta, semihistóricos, semi-legendarios, cuadro de costumbres y relato de proezas, tejido caprichoso de supercherías y verdades; pero en aquella atmósfera no podía germinar la Historia propiamente dicha, la narración en orden cronológico y sin soluciones de continuidad, de sucesos depurados de todo error y dignos de ser perpetuados para enseñanza y ejemplo de las venideras generaciones, ora por su influencia en el destino de los pueblos, ya por los nue